viernes, diciembre 07, 2012

Milagro en Navidad

Su vida era demasiado cómoda. Jamás había vivido una preocupación importante pero de igual modo se quejaba.

No aceptaba el paso de los años- aunque tenía todas las primaveras- y  la insatisfacción así creció dentro de ella. Rodeada de amor, era incapaz de verlo y mucho menos de darlo. Pero algo cambió substancialmente en su corazón porque necesitaba esa prueba.

Reunió a sus hijos pequeños para armar el portal de Belén y cantando villancicos, cada uno fue colocando las figuras que por cierto, eran de colección. Pero ella no les miraba a los ojos, tan llenos de emotividad y de alegría. Había ejercitado el arte de ignorar lo esencial.

Como era muy perfeccionista, revisó luego cada detalle de los arreglos navideños  en la mesa de invitados. Bañó y vistió a sus hijos y posteriormente dedicó  un tiempo largo a su persona.

Marta no podía pasar por alto ningún error en su vida almidonada, ficticia, vacía. Si había algo fuera de lugar la desconcertaba hasta perder todos los nervios. Su marido que la amaba, le tenía mucha paciencia.

Llegaron los familiares y se dispusieron a cenar. De pronto sonó el timbre.
Marta se levantó y fue a la puerta. Una mujer de aspecto descuidado y mucha tristeza le pidió si le podía dar algo para comer. Vivía en el banco de una plaza. Era la loca de las palomas, como la llamaban algunos despiadados. Había en su mirada una luz que Marta jamás había visto antes. Incómoda de la situación, le cerró temporalmente la puerta dejándola en el frio del invierno y e improvisó una bolsa con alimentos para darle. Mientras tanto, miraba a los comensales y sentía vergüenza de interrumpir así la velada de Navidad.

-¡Gracias, señora! Les deseo que Jesús nazca hoy en esta casa, dijo la mujer.
-Bien, de nada y suerte, dijo con frialdad Marta cerrando la puerta.

Volvió a la mesa y a seguir con el festejo, sin embargo algo la inquietaba. Comenzó a tener frío y no cesaba de mirar por la ventana. Allí a lo lejos se divisaba la plaza e iluminado de forma especial un banco vacío la llamaba. Sin dudarlo, se abrigó y salió a buscarla. Le ofreció que fuera a su casa, a disfrutar  del calor de una chimenea, a tener la ocasión de vivir una noche de Navidad diferente. La mujer de las palomas aceptó encantada. 

Marta sintió por fin que su alma se llenaba de amor. Y lloró. La plaza era bellísima con el reflejo de las luces de todas las casas alrededor. Y las palomas simbolizaron  las plegarias que ella jamás supo regalar a Dios. 

En aquel portal de figuras renacentistas, ahora como hogar,  el Niño había sido acogido finalmente para nacer.



2 comentarios:

carlos alberto rocha dijo...

Muchas veces creemos que la navidad es solo para disfrutar con los mas allegados, nos olvidamos por completo de los desprotegidos, nos olvidamos que también cuentan un gran abrazo

Carmela Viñas dijo...

Gracias Carlos Alberto por venir a estos espacios y por tus acertadas palabras!
No hay Navidad sin generosidad, porque ése es su significado.
Abrazos.
Tengo problems para dejar mensajes en otros blogs como el tuyo y el de Eratalia. Espero poder solucionarlo!