-¡Te he buscado en todas las vidas, amor!
- ¡Y yo, extraviada, he esperado cada una de las señales!
- ¿Y por qué nos hemos reconocido ahora? ¿Es acaso que el periplo de cada latir
nuestro, tuvo que durar este viaje de orfandades antes de encontrarnos?
- Quizás, amado mío, no estábamos preparados. Ciegos de amor
en ese deambular por los riscos de la soledad, de los intentos fallidos por ser
felices, sabiendo que nunca lo seríamos sin el otro.
-No quiero y muero si se desvanece este momento. No puedo
perderte ahora que sé que eras tú quien en sueños me tallabas. Faro amoroso de
mis senderos, canción de plenilunio. Brisa que suavizó mis miedos…
-Tu azul de mar en mis cuerdas embelesadas, dulzor de tus
labios en el trasluz del alba…
-¡Entonces habitemos en la morada del otro e izadas las
velas, naveguemos un mismo mar! ¡Oh, amada! ¿Partimos ya al reino de la
felicidad merecida?
-¡Mi alma es mi único equipaje, amor! ¡Contigo y el fulgor
de todas las eternidades!