sábado, abril 12, 2014

Sobre el Amor...






Respiramos amor en el nacer. Cuna de miel que abrigará nuestra mirada inocente y velarán por nuestros sueños cuando los bosques sombríos del miedo intenten atraparnos. Caminos que los ángeles tan cercanos nos muestran para ir recorriéndolos uno a uno desde nuestra libertad y ser.

Crecemos. Amamos por primera vez. Absoluta magia en el descubrir que dos latidos hablan con la misma voz. Se grabará eterno ese primer nombre perfumado cual jazmín de cielo en   nuestro corazón. Puerta que abrimos al cosmos de un sentimiento único y profundo. Somos alondras en pleno vuelo con aquel beso que despertó al sol de las más sutiles sensaciones.

Seguimos creciendo. Maduramos. Vuelve el amor a sembrar arcoíris en los adentros. Más vulnerables, más expuestos a la espina de una herida, sin embargo, el alma sedienta de esa búsqueda de complicidad primera no cesa de alcanzar los sueños. 

Y una y otra vez- si es que los hados no escucharon nuestros ruegos para hallar y retener al amor verdadero- la misma energía poderosa nos habita. En otros ojos, en otros labios, en otras manos pero lleva el sello indiscutible de lo divino en lo humano, de lo bendito e imperecedero que nos impulsa a elevarnos.

¡El mismo amor a lo largo de todas las estaciones de la vida! Amor que perdemos, que salvamos, que lastimamos y no escuchamos. Si supiéramos que desde el primer te quiero se sucederán los mismos en otros labios, valoraríamos cada latido que ofrendó su vida por escribir en una estrella, nuestro nombre. Y enalteceríamos al Amor que siempre estuvo en nuestras albas, que nunca nos abandonó e incitó a que  el corazón se enamorara  completamente de esa Luz que nos mantiene vivos.

Lloramos los adioses incomprensibles, ese muro que se levantó ante nuestros ojos dejándonos ciegos de ilusiones pero el amor como esencia nunca muere. Está presente a lo largo de toda nuestra finitud y en el brillo de la eternidad.







viernes, abril 11, 2014

Lancelot




Por la hiedra del honor y la caballerosidad, asciende Lancelot al cielo de Ginebra.


Dama de azahar, suspiros y sueños. Reina cautiva, redimida por los lazos del amor.

El yelmo de la valentía besa la indefensión de la dulce amada.

Lancelot en la encrucijada más atroz: su valor vencido por el arrullo de una musa real y la obediencia al rey de reinos, Arturo.

Rescate de los sueños más certeros, de los silencios que besan iris. Miradas de cántaro y anhelos.

Alba nueva que restablece el equilibrio por la hazaña de un jinete enamorado. 

 Y de su corazón, laúd abatido por una cuerda prohibida, emergen fuentes de heladas lágrimas.