Vendré a las olas,
a tu altar de recuerdos imborrables
como una cita que tengo con la vida.
Acudiré al llamado de tu voz
hilada de espuma y de zafiros,
porque me nombrarás y te nombraré
en perennes salmos de agua.
Vendré a las olas
a respirar tu verdad y la mía
- trenzado de latidos-,
custodiando como un ángel
la pertenencia mutua.
Y pasarán décadas, centurias
en el ritual de sabernos
luces para un solo infinito.
Y este mar de sacro amor, seguirá siendo el mismo.