jueves, enero 26, 2012
Redes...
Foto de la web
La mujer-pescadora tejía redes para protegerse del mundo y a la vez, cada día se enredada más en ese maremágnum propio de caos y de miedos.
Eran trampas, laberintos sin salida que ella ideaba para no escuchar su voz interna.
-¿Qué intentas evitar, tejiendo de ese modo?, le dijo la caracola en la playa de las Dudas.
-No sufrir, le respondió con dolor la mujer-pescadora
- Te propongo algo, le dijo decidida la caracola. Adentrémonos en el sonido del mar, a escuchar el mensaje en clave de las olas. Estaremos las dos en silencio un largo tiempo, pero juntas. No nos soltaremos en ningún momento.
- De acuerdo, respondió la pescadora, abandonando sus redes.
Al cabo de unas horas, vio la sabia caracola que la mujer-pescadora se encontraba más calmada. Sus manos no estaban presurosas por tejer redes, sino abiertas, eran dos estrellas receptivas al cambio. Desnuda el alma, inmersa en las aguas curativas del mar, no sentía soledad ni padecimiento. Ni esa necesidad de ocultar su hermoso ser, bajo el manto impío del miedo a vivir.
El sonido del mar- útero universal- le dio la solución a sus temores.
Fluir serena, fluir libre como el agua en el canal de la existencia, sin frenar su curso con redes que amortajan el alma. Difícil pero posible. Fluir como la única llave que abre las compuertas de un modus vivendi donde encontrar el significado del dolor, forma parte del más grande de los aprendizajes humanos.
Y seguir en esa senda hasta alcanzar dimensiones evolutivas, donde se aprehenda un día la realidad de lo que se es, sin velos ni lágrimas.
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