Llueven lunas de sándalo en mi sonrisa de gorrión. Posada en los cabellos tímidos de mi sauce, se me antojan alas nuevas para seguir persiguiendo amaneceres.
Dos candiles encendidos son mis ojos ahora, lamiendo todo el infinito de los mares, y por qué no, de los besos, atesorados en el cofre de las experiencias que hoy me hacen su perla.
Danza de zíngara con cintas lilas, envolventes, en la noche rociada de luciérnagas. Celebración del misterio de todas las cosechas.
Locura cuerda, borrachera tan energética por las lecciones y los premios de la vida, la gran Maestra.