de estas alas de calandria que perdieron el rumbo de tu estío. Más allá de mí misma y del eco vacío de tu amor en mis pupilas, aún te espero. Amarrada a la magia celeste de una memoria de suspiros, donde mis días junto a ti eran plenilunio de labios y senderos. Con dos lirios en mis manos y un poema inconcluso que tiembla en el límite de mis sueños vencidos, aún te espero. Porque languidece mi alma
poco a poco,
si no te hace llegar a tus riberas
un te quiero.
Tal vez sea el amor
el viaje más alucinante
por tierras amadas.
Acantilados, ríos, dunas
en el latir, son firmamentos.
Tal vez sea el amor
el estado hipnótico más duradero
donde se pierde el nombre
y la razón,
levitando sobre el mar de las caricias.
Quizás sea el amor,
el vocablo menos definible
en el intento vano por definir
cuando el beso tímido
al alba se despereza
y en la noche, atrevido, se desvela
para dejar huella y pasión.
Cuando los ojos de hechizo
caminan por sendas reverdecidas
y en el iris del otro se anidan,
cincelando una poesía.
Tal vez nunca alcance a descifrarlo
en la magnitud de sus secretos,
pero su paso eterno en el instante,
deja impronta y no se olvida.