viernes, diciembre 07, 2012

Candil de amor



Miró a la tierra, atónita. Aún quedaban algunas grietas para arar bien el presente. Se arqueó sobre su propia tristeza de saberse pluma en el reino de la fortaleza. Y lloró, lloró tanto que nubló al sol de las cercanas delicias.
Desde la rompiente de sus ojos brotó un diálogo con Dios:

Padre,
guíame hasta entender esta fuente de amor
que nos habita.
Inabarcable, única, magnífica
que nace de Ti,
- traslación de tu Ser a mi vida y a su vida-
aunque el agua que nos bendice
nunca llegue a fundir las dos orillas.
Divino designio que no cuestionaré.

Dame el valor para aceptar cada silencio
que no es más que el suspiro encadenado
a un sino que a los dos nos atraviesa.
Y seguir con alas de golondrina
en la ilusión de un encuentro sin adioses
que derribe los muros de estos siglos
sin su abrigo.

¿Será quizás que tengo que anidar en estos pasos
solitarios de magnolias, una voz con encaje de infinito
que sea eco de su estrella para el himno triunfal
de nuestros abrazos sin materia?

Mientras me queden versos de gorriones
en las palmas de mis manos y le lleven
a su alma primaveras de caricias,
esta vida mía será homenaje al amor
que traspasó los umbrales del tiempo
y las tribulaciones.

Finitud convertida en pureza donde enlazarás,
Padre de bondad,
un arpa en dos latidos que supieron esperarse
en tu eternidad.


En la arboleda humilde, entre la reflexión y su pena, se iluminó una forma que la alzó entre sus brazos.
Luz.
Candil de amor.
Esperanza.




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