Prosa poética
Ella, sintiendo el latir del azul en las cuerdas de la inmensidad, caminaba por el risco del poniente. Ignoraba que sus ojos fueran girasoles lamiendo la luz de las luciérnagas. Su andar era la frescura de un edelweiss entremezclado entre las sombras.
En medio de un cardumen de miradas con piel de cazador, advirtió el efecto del espejo: ser sombra desapercibida en un diálogo de dos cuyos peces de una cara ajena a ella, miran a una presa y a la vez, la diana cuyas flechas quieren devorar ese mirar.
Venus conjugada en un plural; Casandra en el eco afónico de su verdad.
Inocente en la miel que atrae a los enjambres; comprensiva de las diosas infinitas que afilan con sus dientes, la daga de una duda.
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