¡Oh, metáfora sublime
que en la aurora del verso,
dejas tus luces diamantinas
sobre la piel sonora del agua!
Con acuarelas y sedas
revistes de gallardía y señorío
los prados y los mares
de la sensible palabra.
El amor pletórico,
sediento,
luminoso,
embriagador,
encuentra en tu matriz
su nido.
Mágica es tu figura de sempiternos
arpegios, creando sinfonías
con los pétalos de la paz
que el viento esparce
-sutilmente-
en la danza de los silencios.
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