El canto de mis adentros
encontró su voz y los espacios libres
donde se descifran los secretos
en el agua danzarina de las palabras.
Con apenas diez abriles
descubrí que podía
hacer volar
a una cometa dentro de un poema;
transformar el silencio de la timidez
en un himno de flores y de estrellas;
surcar los mares de la fantasía
en una barca hecha con libros y azucenas.
Más tarde,
en las aulas universitarias
me interné en la fuente culta de los poetas
y quise conocer sus pasos,
andar sus siglos, aspirar sapiencia.
¡Oh sublime inspiración que dejaron huella
indeleble en mi alma:
la de Horacio, Ovidio;
Goethe,
Keats;
Neruda,
Alberti;
Borges, Machado!
¿Qué misterio yace en
el impulso creador
de la palabra, que roza por momentos con el verbo
las cuerdas eternas de las musas?
Escribiré con la pluma de los sentimientos
hasta que el amor, la añoranza,
lo imposible, lo divino, la nostalgia
sean un breve latido de mi finitud.
Y naveguen, libres,
junto a mí,
como rezos de palomas
en el corazón del agua.