En sueños se llamaba Niwa.
¡Era
tan feliz saltando como una gacela por cascadas de arcoíris…! Y cantándole a
las fuentes, descifrando los mensajes de las nubes, aspirando sin retener
el aire del amor incondicional hacia los semejantes y el universo.
El
silencio era su aliado. Lo llevaba de la mano a todas partes y cuando Niwa
quería contar algo, esperaba el guiño del amigable silencio para comenzar
a hablar. ¡Él es tan sabio!
La
libertad de su alma se manifestaba en los sueños y la representaba su vestidito
azul. De una textura suave como el terciopelo – pero era etéreo- y con una
inscripción en el lado del corazón que decía: “Seré lo que quiero ser”.
Un
día de lluvia triste e intenso ( propio de esos momentos donde lloramos sin
saber por qué) quiso ponerse su vestidito y sentir el abrigo de su tibia luz.
Lo buscó en el armario mágico pero no hubo suerte. Salió al jardín y le cantó
una canción improvisada pero, a pesar de gustarle el tono que Niwa usó para
invocarlo, el vestidito azul se resistía a aparecer.
¿Qué
estaba pasando? Siempre estaba dentro del armario donde la niña escondía sus
secretos pero esta desaparición tan repentina la asustó.
Apoyó
la espalda en el anciano árbol de las respuestas más difíciles y pidió sentir
su energía. Luego se sentó mirando las hojas del nogal desde abajo y le dio la
mano al silencio. Lo sujetó con fuerza y con cariño, con miedo pero atenta.
Despierta en la consciencia.
¡Ya
sé!- dijo la pequeña Niwa. Yo escucho más a los otros que a mi ser y por eso mi
amado vestidito se ha perdido…porque me he perdido con él, queriendo agradar a
los demás.
¡Basta
de canciones rutinarias, de pasos aburridos hacia un camino que no es el mío!
Se
acabaron las incertidumbres y el otorgar más poder al miedo que a la
valentía del riesgo. Mi yo superior es el que me salva del peligro porque no
deja que me caiga al precipicio. No hay por qué temer al cambio, no hay por qué
callar cuando se desea gritar lo que somos en realidad y no lo que los otros
quieren que seamos.
¡El
color gris de la seguridad quiere desteñir al azul de la libertad! ¿Y qué es la
seguridad sino una forma de cubrir nuestros miedos? Lo único garantizado en la
vida es que hay un camino individual- espiritual por recorrer y otro camino
colectivo. Que la traición a uno mismo es cuando perdemos “ vestiditos azules”,
"capas de oro", "sombreros de plata", etc. y no los encontramos porque cerramos los ojos a un torrente de
verdad que se halla en ellos. La verdad de ser fieles a nuestra esencia:
aceptar la soledad como un viaje al crecimiento o vivir un amor concebido como
verdadero, con pruebas y desafíos pero amor pleno. Trabajar en lo que nos hace
felices, aún sabiendo que no ganaremos dinero pero en cambio, seremos más
libres. Apartarse del rebaño no por ego o por sentirnos distintos sino por
madurez y por ser los dueños de nuestros propios pensamientos, percepciones, opiniones
y creencias. Marcar en la tierra una línea para crear nuestro propio espacio
donde allí, sólo allí se manifiesta en expansión el alma. Crear como catarsis para dejar que
hable mediante símbolos, nuestro sagrado universo. Un cosmos minúsculo pero real que nos
identifica.