Luz.
Plasmación divina que despliega en los cielos isleños, la perfección.
Iris negro en los ojos del arrecife.
Fuego.
Piedras que laten en un corazón que aún está vivo.
Volcanes. Paisaje ceniciento.
Un sueño en las montañas. Hay misterio.
Aire.
Soplos del poniente estremeciendo el vientre de la madre tierra.
Hálito de vida. Espíritu indio.
Silbido guanche que se aloja en las palmeras.
Agua.
Fuerza purificadora sobre la roca que ella besa.
Azul en las entrañas, celeste en las orillas. Y en la arena tímida y difusa, un blanco africano, inmaculado.
Viaje y éxtasis.
Plasmación divina que despliega en los cielos isleños, la perfección.
Iris negro en los ojos del arrecife.
Fuego.
Piedras que laten en un corazón que aún está vivo.
Volcanes. Paisaje ceniciento.
Un sueño en las montañas. Hay misterio.
Aire.
Soplos del poniente estremeciendo el vientre de la madre tierra.
Hálito de vida. Espíritu indio.
Silbido guanche que se aloja en las palmeras.
Agua.
Fuerza purificadora sobre la roca que ella besa.
Azul en las entrañas, celeste en las orillas. Y en la arena tímida y difusa, un blanco africano, inmaculado.
Viaje y éxtasis.
Travesía del alma que deja surcos de transformación, a lomos de este mar.
Me fundo en las rocas milenarias.
Soy sal, soy lava y también silencio.
Me fundo en las rocas milenarias.
Soy sal, soy lava y también silencio.
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