A veces el cielo rompe en llantos
y del agua pura de sus ojos
brota un lamento.
No sólo el hombre se entristece,
también en las nubes habita la desolación.
De nuestras manos ciegas huyó la unidad.
Demasiada escisión entre lo alto y la raíz,
entre lo místico y lo meramente terrenal.
¿Sabrá el alma encontrar el camino del Todo
sintiendo la oración de las estrellas
en sus venas y latir?
Hacen falta muchas lágrimas de las alturas
para que comprendamos nuestra finitud
y así despertar un día de esta pesadilla
de creernos los amos de la creación.
Quisiera ahora fundirme y ser nieve
de los Alpes que abrace en hermandad
el corazón aislado de un edelweiss.
Bellísimo Carmela!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias Adriana!
ResponderEliminarY que gane Argentina!
Abrazos.
No hay suficiente agua en las nubes para hacernos comprender que no somos dioses sino solo hombres.Las lágrimas cada día nos producen menos pena y las nubes lo saben, sin duda...
ResponderEliminarUn poema que nos presenta al hombre como lo que es, un ser vivo más en simbiosis con la madre naturaleza.
Abrazos Carmela
Y que no debemos creernos que somos los amos de la creación cuando la creación quiere que seamos Uno, con ella.
ResponderEliminarGracias por tu visita y palabra, Jerónimo!
Abrazos.