Poco a poco la brisa de la calma
me invade.
Vuelvo al útero del universo
y mi nombre es agua,
es trigo,
es nieve
integrado a los bellos sones
de los ángeles.
Levitar en meditación
y que el alma hable
sin interferencias de ideas ni pesares.
Porque la materia es desconcierto,
y la mente, un ave apresada en
un laberinto de aferrados recuerdos.
Porque el corazón, en ocasiones,
pareciera que de lágrimas antiguas
late, solamente.
Ser en el
todo
-manjares de vida alimentando los silencios-.
peinando de blancura las orillas
que se retira, cobra fuerza y vuelve a amar
de nuevo, sin teñir de quebrantos
los plácidos paisajes marinos.
Tuyos y míos,
por siempre
protegidos
del olvido y de las eras.
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