El
viento sinuoso del poniente
se posó suave como una mariposa
en el vértice de una página:
la más melancólica y violácea
de mi cuaderno de bitácora.
Lloró conmigo mientras
me consolaba en ese despedir
y ser despedida, en ese
extravío repentino de
mi cajita de música.
Y con ella, la pérdida del jazmín
soleado de mi bailarina.
Fue entonces cuando
el jilguero del aire
en simbiosis con esa espina mía
clavada en la luna de los imposibles
insufló para mí, ráfagas de búsqueda.
En cada estría de otoño recitada,
en cada brisa, por desamor, quebrada,
en todos los lamentos huecos
de los silencios vagabundos,
allí debería encontrar a mi bailarina.
Y mi deber era salvarla.
En una fuente de suspiros vencidos,
entre la hiedra olvidada y reseca
de tanto romanticismo,
mis pasos sensibles la encontraron.
¡Mi pobre niña amada,
cuánta desolación en tus ojos de agua !
Perdona mi ofensa
por perderte en mi muerte de arcoíris
sombríos,
por dejarte aislada
en renglones roncos y opacos
de latir deshojado.
Ven a mis brazos,
no me sueltes.
Ven a esta soledad, por ti,
tan acompañada.
se posó suave como una mariposa
en el vértice de una página:
la más melancólica y violácea
de mi cuaderno de bitácora.
Lloró conmigo mientras
me consolaba en ese despedir
y ser despedida, en ese
extravío repentino de
mi cajita de música.
Y con ella, la pérdida del jazmín
soleado de mi bailarina.
Fue entonces cuando
el jilguero del aire
en simbiosis con esa espina mía
clavada en la luna de los imposibles
insufló para mí, ráfagas de búsqueda.
En cada estría de otoño recitada,
en cada brisa, por desamor, quebrada,
en todos los lamentos huecos
de los silencios vagabundos,
allí debería encontrar a mi bailarina.
Y mi deber era salvarla.
En una fuente de suspiros vencidos,
entre la hiedra olvidada y reseca
de tanto romanticismo,
mis pasos sensibles la encontraron.
¡Mi pobre niña amada,
cuánta desolación en tus ojos de agua !
Perdona mi ofensa
por perderte en mi muerte de arcoíris
sombríos,
por dejarte aislada
en renglones roncos y opacos
de latir deshojado.
Ven a mis brazos,
no me sueltes.
Ven a esta soledad, por ti,
tan acompañada.
Bella poesia encaramada en esa perdida extraviada de los tiempos de infancia, un lujo de melodia, esa bella bailarina de ojos perdidos y encontrada, huida pero presente ante ti, cuando vuelve para abrazarla. Son tiempos de lujo, anclados en la magnificiencia de esos reconditos espacios que nos son tan nuestros. Envueltos en ellos para derramarlos en sensaciones de imagenes que se labran como una hermosa melodia, tan bella como la de la bailarina de la cajita de musica. Queda todavia una suspension, esa danza que ritmica es hermosa. Bellisimo poema, te felicito. besos de luzyabsenta
ResponderEliminarGRacias por tan humana lectura y a la vez tan poética, amigo Luzyabsenta!
ResponderEliminarUn lujo como siempre tus comentarios a mis pequeños poemas.
Siempre hay que salvar a la niñez interior que llevamos dentro.
Besos y que tengas una hermosa Navidad junto a los tuyos!