domingo, diciembre 04, 2011

Mi árbol en la plata de un tango


“Porque me muero si me quedo, pero me muero si me voy. Por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos.”
María Elena Walsh


Morí muchas veces en ese corte abrupto del cordón umbilical, ese que me alimentaba de guitarras, de abrazos sin partida. Tú, mi nido de estrellas: mi añorada Argentina.

Te vi entre jacarandás, ríos, montes. Paisajes que superpuse a los volcanes para fundirme en la caricia del viento y los aromas de tu canción, que es también mi voz.

Hasta llegar a convivir con un yo ventrílocuo Me mandó lejos la vida, encima me dio dos carnet de identidad. ¡Vaya desafío para la búsqueda del yo!

Pongo la música de Merceditas. Quiero consolarme bajo su poncho de amor. Dejar de anclarme mentalmente en lo que pude haber sido o hecho, si mis pies hubieran estado arraigados, compartiendo el mismo humus con el ombú.
Dos mundos en un compás extremo de latidos. Dos mundos que amo porque uno es el pilar de lo que soy. Y el otro, la proyección.

Planté un árbol en la plata de un tango. Lo riego cada día. Son mis raíces y las hojas, mi hogar, mis escenarios de infancia, mis añoranzas.
Y es el folklore de una tierra bendecida por cordillera, lagos, punas, selvas, pampa que me hace soñar, al creer que nunca me he ido, que siempre he estado en todos sus recodos y caminos.

Y es el entusiasmo de la gente, la pasión por desvelar el entramado de la vida, con sus glorias y altibajos, que atrapa mi ser y me hace espejo. Porque también en soledad, río, amo, sufro muero con un mate al que le hablo con el “vos” y con una melancolía que tiene por nombre el desgarro.

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