Niebla
de un desolado latir.
Yacido en el estriado claroscuro
donde desoída está mi sed
que invoca a tus labios,
-lánguido el ardor del agua
sin caricias-,
cae mortal,
en precipicio de lágrimas, el beso.
Embrujo de una luna
ciega de distancias.
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