Mi
acordeón de amapolas
y
bosques de eucaliptus,
de
tangos tallados
en
mi latir de lontananza
se
va contigo:
mi
niña de azules trinos.
Para
cuidarte
en
tu vuelo de lucero,
deja
para mí un azahar de cariño
que
se deshoje en tus caminos.
Mi
corazón reunirá los pétalos
-
tus besos que acercan los alisios-
y
así podré crear, para las dos,
un
puente de primavera.
Cenit
de dos almas
cuyo
amor pinta los cielos.
Hay
secretos que te aguardan
en
el silencio de los Andes,
en
las laderas coloridas
de
Humahuaca,
en
las hojas exuberantes de la selva.
Búscalos,
-¡mi
amada niña de azules trinos!-
con ojos de calandria.
Así
tu canto fecundo
unirá
dos increíbles mundos.
Como yo lo hice
al
adentrarme, absorta,
en
la danza de estas aguas
y en el hablar de los riscos.
Para
ti estos versos, mi dulce Ximena!
En
tu corazón los he escrito para que me lleves siempre.
No
existen las distancias cuando el hilo divino del Amor une dos vidas.
Te
amo.
Mamá
Niña de azules trinos, ve y disfruta de mil paraisos que mamá cual ángel de la guarda cuida tu aventura, magnifico poema, un abrazo
ResponderEliminarGracias por tan bello comentario, Carlos Alberto!
ResponderEliminarPreciosa esa imagen de ser ángel de la guarda cutodiando el amor de los hijos.
Abrazos.