Dedicado a un
valiente ser humano que me honró con su Amistad azul, la que custodiaré por siglos.
Te trajo la luna para que te sientes a mi lado en esta
escuela de la vida que compartimos, mi compi y amigo. La Maestra-Realidad nos
regaña por rebeldes, pero nuestra rebeldía se llama sensibilidad con toques
ciertamente de desafío.
Pero estoy aprendiendo contigo a ver las cosas sin
dramatismos. Por tanto, tu fortaleza como verás, me asombra, me hace admirarte
y me escuece a la vez porque en las tareas que te exigen aprobar, hay una
intensidad superlativa con respecto al sufrimiento que es muy injusta. ¡A mí
me suspenderían con el primer ejercicio!
¿Puedes advertir mi pequeñez cuando soy testigo de
tus desvelos al preparar tantos exámenes de vida y los vas superando con
entereza, mientras que yo, llorando, me quedo bloqueada ante la primera
dificultad? ¡Vaya cobardía la mía!
Intercambiamos nuestros lápices, cuando en los tiempos
libres decidimos pintar mundos de chocolate, huyendo juntos despacito de esta
aula cerrada, aparentemente cuerda, tremendamente aburrida y lógica. Evadirnos
para recuperar los suspiros y los sueños porque estos mapas de realidad con
rejas, no conducen a ningún paraíso. Y necesitamos crearlos, mi Compi, para no
caer en la locura de no querer jamás, vivirlos. Paraísos de sensaciones
transparentes, de mares inconfundiblemente serenos, de voces fundidas en un
verso, de ternuras recuperadas por las sonrisas de nuestros niños interiores.
Paraísos con derecho a fundarlos para que habiten nuestros pensamientos y
latidos más bellos. ¡Metáforas aún sin escribir nos esperan, para dar rienda
suelta al elixir que vendrá de las albas inspiradas!
Sí, mi Compi, siento felicidad, gratitud porque te
hayan sentado a mi lado. Y me gusta hacerte reír, delirar juntos y que la
Maestra- Realidad se sienta desbordada- se vuelve fea cuando frunce el ceño-
con nuestras osadías.
¡No nos gusta la sumisión!
Pero ambos sabemos que tenemos que pasar por esta
escuela, nos guste a veces y otras tantas la detestemos para evolucionar. Con
tu mano enlazada a la mía, no tengo ningún miedo.
Y si desencarnamos a destiempo, que sepas que te
buscaré mi Compi querido, para ir deprisa a sentarme a tu lado y continuar
aprendiendo nuevas materias. Esta vez, sé que no serán dolorosas como las de la
escuela de la Tierra. Aprenderemos a comunicarnos sin palabras y la telepatía
podrá crear abrazos más intensos que éstos de piel tan limitada.
¿Oh, te imaginas qué gozo será el dejar de llorar, por
fin? Algo más quiero decirte: en algún rincón de esta clase
donde suena un río, he escondido un Te Quiero para ti. Búscalo. Y nada libre en
él.