Con la alegría de haber vivido inmensos momentos junto a los míos, celebro la Vida, la abrazo y en el silencio más conmovedor les doy las Gracias.
Por el sí a Dios de un joven peregrino.
Por los paseos entre jacarandás en flor.
Por los desayunos con sabor a infancia.
Por los mates que nos invitaron a dialogar.
Por los ojos de cielo de una madre valiente y tan niña, a la vez.
Por los ojos de nogal de un padre que al alma la hace avanzar.
Por las calles colmadas de recuerdos y aquella capilla con tanta historia nuestra entre sus vitrales.
Por las arboledas poseedoras de una sabiduría atemporal.
Por mantener vivo mi sentir, pese a no encontrarte.
Por los cielos que clamaron lluvia y me devolvieron esa sensación de sorpresa y de asombro.
Por la magnitud de los abrazos de hermanos. Esos que pedí a Dios revivir.
Por las lágrimas emocionadas que se convirtieron en azahares de unión.
¡Los llevo en mi corazón!
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