sábado, septiembre 28, 2013

Mi manta india

De vez en cuando las estrellas me hacen un guiño y yo, encantada, las sigo. Coincide con algún tramo de mí misma que me niego a transitar por miedo o por dolor. Y ellas, tan brillantes en bondad, me arropan como hermanas que son. Fuentes de Luz bendiciendo nuestras huellas, aquí y en la eternidad.
Estos candiles de risueña plata me ayudaron a confeccionar mi manta india. Así me siento:   con colores de tierra y de rocío en mi alma, unida desde mis gorjeos al canto de una cascada, donde las aguas entonan mi amor por el universo.

En el centro he puesto a mi corazón junto a estas palabras:” Me amo y me perdono. Doy amor  y recibo amor. Estoy a salvo”. Y alrededor formando un círculo, las instantáneas más maravillosas de mi vida.
Una abuela de mar, de pino y de violetas-libre golondrina amando la vida-, enseñándome a llevar con dignidad su mismo nombre. Otra abuela, con acento asturiano, tejiendo cuentos con mimos para mis sueños. Unos padres que son ángeles, guiando mis primeros pasos al saber y al conocimiento pero sobre todas las cosas, mostrándome un rostro de Dios con la bondad inalterable de sus obras. Cinco hermanos- constelación de unión- y la promesa de estar en las tormentas y en la calma. Cada uno, portando diferentes brillos: la prudencia, el entusiasmo, la intuición, la compasión y la alegría. Mis amados hijos, formando conmigo un sólo lazo de amor en arcoíris. Maternidad que abrió las puertas al dar incondicional, a los desvelos más significativos y que escribió en mi vientre la palabra ternura, para que naden felices en ella y a su vez, al crecer, la transmitan al mundo. Por tanto, no excluiré ese sí del altar en una noche de verano, porque si bien no fue duradero, trajo a mi vida estos dos soles y estos paisajes de luna y lava donde me inspiro. Amistades cómplices en intercambio de sonrisas y confesiones,  que me ayudaron a labrar el ser y a conocerme. Energía divina- júbilo al sentirla- en la sanación a través de las manos. Indescriptible felicidad en la armonía conmigo misma, siendo a su vez puente anónimo entre la  Luz y los demás.

Y finalmente, el ideal de amor que busqué - como se busca al Santo Grial- y anhelé hallar en un compañero con el que pudiera evolucionar  transitando un camino de mutuo aprendizaje, desde el amar. No me he olvidado de ningún detalle: una rosa entregada al amanecer, guardada e intacta entre las páginas de Calisto y Melibea. Unos versos escritos y también tallados con la voz enamorada que son el recordatorio de una felicidad que en alguna era me espera. El rojo atardecer de Marvao, preámbulo del beso. Un te amo que se quedó anidado bajo el árbol de los suspiros.

Con hilo de seda bordé cada uno de estos sagrados retazos y en el dedal cayeron las lágrimas de los sueños incompletos
 Las estrellas por un segundo se apagaron para que pudiera ver  en la noche de mi transformación interior, ese río con luz de amor que fue uniendo mi historia. 

Mientras escribo sobre mi manta india, me cubro con ella- ya somos inseparables- y vuela a los cielos en regia corte de mil luciérnagas,  mi Gratitud.
Quizás mañana parpadee para mí un lucero y venga el tiempo de confeccionar otra manta. Esta vez con sus ojos y los míos en salmos de unicidad profunda. Excelso sentir de inequívoca pertenencia.

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