A veces el cielo rompe en llantos
y del agua pura de sus ojos
brota un lamento.
No sólo el hombre se entristece,
también en las nubes
habita la desolación.
De nuestras manos ciegas huyó la unidad.
Demasiada escisión entre lo alto y la raíz,
entre lo místico y lo meramente terrenal.
¿Sabrá el alma encontrar el camino del Todo
sintiendo la oración de las estrellas
en sus venas y latir?
Hacen falta muchas lágrimas de las alturas
para que comprendamos nuestra finitud
y así despertar un día de esta pesadilla
de creernos los amos de la creación.
Quisiera ahora fundirme y ser nieve
de los Alpes que abrace en hermandad
el corazón aislado de
un edelweiss.
Creo que el cielo no llora porque lo ignoremos,llora por nuestra ceguera.
ResponderEliminarSomos seres extraños que hemos elegido el camino erróneo,el que nos llevará sin remisión al abismo.
Me gustó ese final donde tu alma sensible desearía fundirse con la naturaleza para remediar la locura...
Abrazos Carmela.
Es precioso tu comentario, Jerónimo. Y es tan cierto ese llanto del cielo a nuestro extravío y ceguera!
ResponderEliminarGracias por tus grandes aportes que enriquecen al poema!
Abrazos.