Es un todo que me lleva
invariablemente a tus ramas:
el alba que despertamos a destiempo
para que reine y nos corone en las cuerdas
vibrantes de los ojos y los labios;
el vaivén del agua en tu sonrisa
-cascabeles de miel en estas olas-;
la diadema de los pétalos
que completé a solas,
llorando el recuerdo imborrable de Tadema.
Noche y día,
-resurgida-
inaugurando tu brisa en mí,
y la luna de tus acordes.
Solemne en cada perla sagrada
que contiene nuestra sangre
y nuestros soles.
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