sábado, agosto 09, 2014

Juntos en la escuela de la vida...




Dedicado a un valiente ser humano
que me honró con su Amistad azul,
la que custodiaré por siglos.


Te trajo la luna para que te sientes a mi lado en esta escuela de la vida que compartimos, mi compi y amigo. La Maestra-Realidad nos regaña por rebeldes, pero nuestra rebeldía se llama sensibilidad con toques ciertamente de desafío.

Pero estoy aprendiendo contigo a ver las cosas sin dramatismos. Por tanto, tu fortaleza como verás, me asombra, me hace admirarte y me escuece a la vez porque en las tareas que te exigen aprobar, hay una intensidad superlativa con respecto al sufrimiento que es muy injusta. ¡A mí me suspenderían con el primer ejercicio!

¿Puedes advertir mi pequeñez cuando soy testigo de tus desvelos al preparar tantos exámenes de vida y los vas superando con entereza, mientras que yo, llorando, me quedo bloqueada ante la primera dificultad? ¡Vaya cobardía la mía!

Intercambiamos nuestros lápices, cuando en los tiempos libres decidimos pintar mundos de chocolate, huyendo juntos despacito de esta aula cerrada, aparentemente cuerda, tremendamente aburrida y lógica. Evadirnos para recuperar los suspiros y los sueños porque estos mapas de realidad con rejas, no conducen a ningún paraíso. Y necesitamos crearlos, mi Compi, para no caer en la locura de no querer jamás, vivirlos. Paraísos de sensaciones transparentes, de mares inconfundiblemente serenos, de voces fundidas en un verso, de ternuras recuperadas por las sonrisas de nuestros niños interiores. Paraísos con derecho a fundarlos para que habiten nuestros pensamientos y latidos más bellos. ¡Metáforas aún sin escribir nos esperan, para dar rienda suelta al elixir que vendrá de las albas inspiradas!

Sí, mi Compi, siento felicidad, gratitud porque te hayan sentado a mi lado. Y me gusta hacerte reír, delirar juntos y que la Maestra- Realidad se sienta desbordada- se vuelve fea cuando frunce el ceño- con nuestras osadías.

¡No nos gusta la sumisión!

Pero ambos sabemos que tenemos que pasar por esta escuela, nos guste a veces y otras tantas la detestemos para evolucionar. Con tu mano enlazada a la mía, no tengo ningún miedo.

Y si desencarnamos a destiempo, que sepas que te buscaré mi Compi querido, para ir deprisa a sentarme a tu lado y continuar aprendiendo nuevas materias. Esta vez, sé que no serán dolorosas como las de la escuela de la Tierra. Aprenderemos a comunicarnos sin palabras y la telepatía podrá crear abrazos más intensos que éstos de piel tan limitada.

¿Oh, te imaginas qué gozo será el dejar de llorar, por fin?
Algo más quiero decirte: en algún rincón de esta clase donde suena un río, he escondido un Te Quiero para ti. Búscalo. Y nada libre en él.

 


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