miércoles, noviembre 28, 2012

Rosal de gratitudes










En el laberinto de la quietud, una verdad  diáfana se esconde.

Y el mar me envolvió con mil preguntas:
 -¿No te animas a ayunar? No temas, estás lista. Porque ya has llorado lo suficiente para un escalón más en la conciencia de ti misma.
Y ayuné durante tres días.
Horas sin pan donde escribí en mi corazón sobre un rosal multicolor de gratitudes.

Las rosas blancas son mis hijos, mis raíces, mi familia. Mi credo y mi coherencia. El latir de pureza en la incondicionalidad del amor que nada espera.

Las rosas púrpuras, la pasión vivida. También lo fueron las lágrimas sangrantes de los ya lejanos adioses. El carácter asertivo de arquera , venciendo a los bosques oscuros y a los lobos. La valentía para sobrevivir a las tormentas donde el rayo intenta  calcinar las soledades.

Las rosas azules, la inspiración y la sensibilidad. Himno constante a la creación, al ser humano y su dignidad. Levedad del ser que olvida el nombre. Mi meditar en la musicalidad de las estrellas.

Las rosas amarillas, la alegría bañando las sonrisas. Pese a todo, por encima de todo. El lado lúdico para ver la vida con ojos de niña. El soñar.

Pero nada es mío ni siquiera la felicidad efímera. Sólo el asentamiento de una verdad que echa raíces: conocerme hasta ver que por ínfimos o variados matices, mi existencialidad y la de todos es la misma. Porque en cada vida se alberga un especialísimo y único rosal de gratitudes a la espera de ser escrito en un corazón. 

Y os aseguro que al mirar lo que se tiene como regalo: sea amor, amigos, creencias, techo, pan, trabajo, salud, talentos…el iris del alma se expande. ¡Hay tanto para celebrar!
 Es una puerta a la evolución personal y colectiva.




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