lunes, junio 20, 2011

Pertenencia





Vuelo del ser en libertad, por designio divino.

Elegir siempre es un desafío y maestra,  la vida, señalándonos todos los caminos.



Nos pertenecemos primero. Sin ese baño de amor a uno mismo, no es posible amar al otro.

Y amarse es cuestionarlo todo, es enfrentarse a todas las fieras del ser y desafiarlas

con la antorcha de la lucidez, de la valentía y del propio perdón.



Pertenecernos en ese refugio donde se lavan todas las heridas, en soledad, es no perdernos nunca.

Es mantener íntegro al corazón de los vaivenes donde las dudas fantasmales se columpian.

Es gritar, desde la voz de la suavidad, nuestra propia independencia y autorrealización.

Es defender nuestro sitio del dominio y la subrepticia manipulación.



Porque si no eres, si cedes a la envolvente ráfaga de inseguridades y contradicciones,

jamás podrás vivir plenamente lo que el amor te aportará como crecimiento, como manifestación divina que siempre te pedirá que entregues más y mejor,

pero sobre todas las cosas, que seas tú mismo/a.



Deseamos pertenecer a alguien y que nos pertenezca.

Tal anhelo es posible, si antes logramos ser los dueños de nuestro propio reino interior,

que no es ni mejor ni peor que el de los demás, simplemente, es el nuestro ,

nuestra única verdad que ofreceremos al otro para que seamos dos yoes en un nosotros,

dos columnas de un mismo templo.



Y  a veces, querrán los demás imaginar que les pertenecemos, aunque no haya habido indicio alguno de aprobación por nuestra parte.

Son los huecos vacíos que imperiosamente se quieren llenar con la insistencia y esa búsqueda

contínua que tanto incomoda.



Por el contrario, si el amor es verdadero, si dos gotas de agua son capaces de verse

reflejadas en el mar de las coincidencias, de la empatía natural y fresca,

esa pertenencia se dará naturalmente, sin forzar nada, sin pedir nada.

Sólo el mismo respirar acompasado de almas semejantes, puede obrar

ese milagro.

Y se pertenecerá, desde la libertad y el respeto, desde la fidelidad, aún si no se sabe del otro,

desde el ser consecuentes con un latido que deja asombrados, por tanta armonía

de acordes, a los astros.



Siento que te pertenezco,

sientes que me perteneces.

¡Ya lo hemos visto!

Y así será, amor mío, por voluntad

del cielo y de los siglos.









2 comentarios:

Anónimo dijo...

Carmela, tus palabras son TAN ciertas! Me impresiona tu don para poner en líneas estos pensamientos y sentimientos que nos identifican a tantos. Seguí escribiendo así que da gusto leerte...Te quiero! Tu ahijada Belén

Carmela Viñas dijo...

Mi dulce Belén! Gracias por el gran regalo de tu presencia viva en mis humildes espacios!
Y ese ánimo que me impulsa a seguir buscando el reino mágico de la Palabra.
Recuerda que siendo libres, las almas afines se pertenecen por toda la eternidad.
Te quiero mucho!